jueves, 22 de octubre de 2009

La pequeña Cristina de Bucarest

Cristina en el coche donde vive con su madre. (Pinche la foto si quiere ampliarla)

Conocí a Cristina cuando iba a toda prisa hacia el aeropuerto, en los últimos minutos de un viaje por Rumania y Ucrania. Apareció corriendo y se interpuso en mi trayectoria, sonriente y extendiendo su mano pidiendo limosna. Yo le devolví el gesto. Entonces ella se puso la mano en el bolsillo y me dio una moneda. Tras deshacer el nudo de mi estomago y recoger los pedazos de corazón del suelo, le di lo que me había sobrado del viaje, desgraciadamente solo calderilla, dejando lo justo para el billete de bus al aeropuerto.

Usando una de las pocas frases que había aprendido de rumano, le pregunté su nombre. “Cristina”, respondió ella. Entonces me dijo que viniera y me enseñó el coche donde vivía. Había una mujer durmiendo, que supuse sería su madre. Al menos no era uno de los niños abandonados que viven en la calle y pasan el día oliendo pegamento. En el suelo del coche había cartones de leche y otros envases de comida. Entonces me regaló esta foto, en la que juega a esconderse tras el marco de la ventana del coche.

Estaba ya en el límite de perder el avión así que tuve que continuar el camino corriendo.

jueves, 15 de octubre de 2009

Chica en un banco con los ojos cerrados

Chica en un banco con los ojos cerrados (Pinche la foto si quiere ampliarla)

Budapest, hace unos diez años. Pequeño instante decisivo, en que la chica cierra los ojos. ¿Dónde estará ahora?

domingo, 11 de octubre de 2009

El lado oscuro de las aventuras

Antes de hacerme fotógrafo me encantaba leer las entrevistas a fotógrafos del National Geographic. Eran los más aventureros y les pasaba de todo. Incluso esa institución hizo un documental sobre estos personajes con una imagen tan romántica. Yo era el primero en mitificarlos y soñaba con un día poder hacer lo mismo y correr mil aventuras por países exóticos.

Aunque yo no sea fotógrafo del National Geographic, hace tres años que paso la mayoría del tiempo viajando. Puedo asegurar que las aventuras ocurren, pero también que son mucho menos agradables vividas en carne propia que imaginadas a posteriori sobre otra persona viva y en buenas condiciones.

Pero como sé que a veces puede ser emocionante escuchar este tipo de cosas, les diré que he estado en serio peligro en varias ocasiones. Ahora mismo me vienen a la cabeza tres ejemplos bastante espectaculares. Incluso en uno de ellos, tuve que firmar el permiso de repatriación de mi propio cadáver frente a un cónsul de España que vino a verme al hospital. También es cierto que, una vez ha pasado el peligro, las cosas se ven de forma distinta. Por eso continuo viajando.

Escribo esto porque si no ha habido algún atraso, ahora mismo estoy despegando del aeropuerto de Barcelona. Siguiendo el ejemplo del egregio doctor Frikosal, he dejado al robot como responsable del blog. Él ha subido esta entrada y seguirá haciéndolo con la misma frecuencia habitual, hasta que dentro de unas semanas yo regrese (esperemos que no en una caja de pino). Creo que podré responder sus comentarios desde donde me encuentre, pero no puedo asegurarlo. Si no vuelven a saber de mi ya pueden sospechar porqué. En ese caso, espero sepan disculpar que no me ocupe del blog. La próxima entrada está programada para el próximo jueves.

Nota: Esta entrada no tiene foto, porque a diferencia de otros, yo no tengo la fotografía muy adentro.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Vidas espirituales de color azafrán. Mi reportaje sobre los jóvenes novicios budistas de Laos en la revista Lonely Planet Magazine

Seng en su habitación del Wat Souvannakhily (Pinche la foto si quiere ampliarla)

Seng lleva cuatro años como novicio en un templo de Luang Prabang, Laos. Acaba de cumplir los 20 años y ha llegado el momento de decidir si va a hacerse monje. Le comento que al ver el póster de su habitación, me parece que no va a hacer los votos. Seng ríe y dice -No sé, no sé...

Este mes de octubre, la revista española Lonely Planet Magazine dedica diez páginas a mi reportaje sobre la vida cotidiana de los jóvenes novicios budistas de Laos. El número está dedicado a Laos y Camboya y contiene muchos otros reportajes.

viernes, 2 de octubre de 2009

No tomarás el nombre de National Geographic en vano

El brillo de la Luna ilumina las nubes de la cima del cerro Fitz Roy, en la Patagonia.

Hace unos días hablé de los 10 mandamientos de la fotografía. Tras reconocer que yo mismo me salto la mayoría -en realidad no creo en ellos- también expresé mi respeto por el segundo: “No tomarás el nombre de National Geographic en vano”.

He admirado esta revista desde que era muy pequeño. La enorme calidad de sus fotos y el hecho de mostrarnos lugares inexplorados era el principal motivo. Parecían moverse en otra dimensión. Sus fotógrafos solían pasar incluso más de un año trabajando el tema. No importaba la rentabilidad, solo la calidad. En la actualidad, todavía existen algunos reportajes para cuya realización sus fotógrafos han dedicado más de un año, pero ya no es la norma. No obstante sigue siendo la mejor revista y la calidad es impresionante. Cuando conseguí publicar en la edición norteamericana me hizo una ilusión enorme. Era como contribuir en ese proyecto tan gigantesco.

Tino Soriano, quien trabaja mucho con ellos, comentaba en este blog que sabe de muchos fotógrafos que, falsamente, se atribuyen colaboraciones inexistentes con la revista. Esto es una forma de incumplir el segundo mandamiento. Hay otras. Por eso escribo esta entrada.

Estos días se está emitiendo en TV un anuncio de ambientadores Ambi Pur que ofrece aromas de National Geographic. Mi primera reacción fue ¿Qué hace NG anunciando ambientadores? Supongo que es la crisis que aprieta muy fuerte. Pero, ¿no hay otras formas de mantenerse a flote? Sentí pena al ver ese anuncio. Tuve la sensación de estar presenciando la violación de algo sagrado. Como si se estuviese prostituyendo un prestigio que ha costado más de un siglo de trabajo bien hecho.
Hay miles de personas trabajando en National Geographic y supongo que es imposible controlar que todos ellos quieran sinceramente a la institución. Me parece que alguien de marketing cree que National Geographic es “una marca” o “un producto”. Algo que hay que explotar.

No sé, tal vez soy un exagerado y un sentimental. ¿A alguien más le incomodan estas cosas?