Yo creo que pasear es un arte que se está perdiendo. Cada vez somos más esclavos de la prisa y las obligaciones, y es difícil encontrar un instante para el propio disfrute.
Hay algunos lugares en el mundo que claramente invitan a la práctica de este arte. La uruguaya Colonia del Sacramento es uno de ellos. A mi me encanta caminar sin rumbo preestablecido, tener la libertad en cada cruce de tomar la dirección que en ese momento me plazca. La excitación de descubrir lo que se encuentra tras cada esquina.
En este tipo de situaciones entro en trance, sobretodo en el crepúsculo.
En esa ocasión, como si caminase por el escenario de un sueño, notaba bajo los pies el irregular relieve de los adoquines y en la cara el tacto fresco del aire cargado de la humedad del Río de la Plata. Ya puesto el Sol, me concentré en observar los cambios de luz sobre el antiguo faro.
La fotografía me ayuda a mantenerme en ese estado. La imagen del faro y la colada tendida lo resume perfectamente. La Luna al fondo le da el toque definitivo. Es la hora mágica en que las últimas luces del día dan paso a las sombras de la noche. Como tantas veces, las zonas de transición contienen los matices más interesantes.