Por la tarde, Esther, los niños y yo íbamos camino del huerto. Los perros iban y venían alrededor nuestro. Esther se veía intranquila, pero no pregunté el motivo.
Al cabo de 15 o 20 minutos llegamos. El huerto es una extensión relativamente grande -tal vez media hectárea- de antigua selva que aclararon considerablemente. Donde antes había árboles y palmeras ahora hay maíz, judías, cacahuetes -que por si no lo sabían crecen bajo el suelo, yo me enteré entonces- y otros vegetales. Esther necesitaba sobretodo judías y maíz para la comida de mañana.
Los ruidos en la selva son muy comunes, así que cuando observé que Esther se giraba cada vez que se oía algo en el interior del bosque, me pareció raro. -¿Qué ocurre?, le pregunté. -Los chanchos de monte. Esta mañana los niños han escuchado muchos ruidos cerca de la casa y los perros han salido corriendo. Cuando actúan así se trata de chanchos de monte. Los persiguen pero no pueden hacer nada contra ellos, ya nos mataron un perro años atrás. Mejor que terminemos rápido y regresemos a la casa.
El calor era verdaderamente insoportable. En el interior de la selva, la oscuridad lo aplacaba, pero en el huerto no había sombra dónde refugiarse. Sudábamos a raudales. Comentamos que un sol tan fuerte presagiaba lluvias. En efecto, al cabo de una hora se nubló y comenzaron a escucharse truenos muy a lo lejos.
Pese a las prisas, regresamos cuando ya oscurecía. Entonces hice la que para mi es la mejor foto de mi visita. Es oscura (era durante el crepúsculo) y está movida (ellos se movían, y yo llevaba una cesta llena de panochas de maíz colgando del pulgar, mientras disparaba con la izquierda, mi única mano disponible entonces).
Pero incluso me gusta más así. Cada vez que la veo no puedo evitar preguntarme que estarán haciendo ahora y me provoca un montón de emociones y recuerdos. Pero claro, esto debería pasarle a alguien que no haya estado allí. Por eso la buena fotografía es tan difícil.
Cenamos sin mayor novedad. Tras la cena, Abraham estaba abstraído en unos dibujos y planos del molino de agua. Me llamó y comenzó a murmurar frases señalando su dibujo. Hablaba tan bajo que ni siquiera sé en qué idioma lo hacía. Este señor era un auténtico misterio. Parece que vivía en su mundo la mayor parte del tiempo. Un rato antes me había dicho, a través de Esther, que no le tomara ninguna foto más de frente, ni siquiera de lejos -por otra parte, hasta entonces solo de lejos le había tomado fotos-, cosa que obviamente no volví a hacer.
Los indicios de inminente tormenta eran cada vez más abundantes. El resplandor de relámpagos lejanos, seguido al cabo de unos segundos de los correspondientes truenos, eran cada vez más frecuentes. El comedor estaba lleno de bichos, algunos de ellos enormes, que entraban por las rendijas de la casa. Una especie de cucarachas aladas, del tamaño de una pastilla de jabón grande, intentaban trepar por las perneras de mis pantalones. Había llegado el momento de usar el repelente de mosquitos.
Fuimos a dormir. Me dejaron una de las cabañas con una cama y, afortunadamente, una mosquitera de buena calidad. Mi cabaña estaba a unos 50 metros de la casa. Me fui solo, iluminando el camino con una linterna frontal y caminando deprisa temiendo encontrarme con el brillo de unos ojos. Entré en la cabaña cerrando la puerta tras de mi. Como no tenía cierre y a veces soy bastante paranoico, puse un pequeño mueble bloqueando la puerta por si venia a visitarme un chancho de monte, un jaguar o Abraham con uno de sus machetes. Después me quité las botas y puse los calcetines bloqueando la caña, para no encontrarme ninguna sorpresa a la mañana siguiente (*).
Me metí en la cama y ajusté la mosquitera con mucho cuidado. Cerré la linterna y todo quedó a oscuras y en relativo silencio. De repente, comenzaron a escucharse las primeras gotas de agua golpeando las hojas. Al cabo de unos minutos la gran tormenta había llegado definitivamente. La luz de los relámpagos se colaba entre las rendijas de los tablones de las paredes, lo mismo que un intenso olor a lluvia que pronto lo impregnó todo. El reflejo de la luz en las hojas mojadas se veía por la ventana. La temperatura había bajado por fin y yo me encontraba muy cómodo tumbado en mi cama. Parece que iba a tener una buena noche.
Lea la Cuarta (y última) Parte.
(*) Pueden pensar que he visto demasiadas películas de Tarzán, pero el próximo día verán que fue una buena idea.
14 comentarios:
Estupendo !
Debería ir pensando en escribir sus memorias ilustradas.
Es una buena pregunta esa de si la foto transmite a los demás lo que nos transmite a nosotros, debe ser LA pregunta. A mi me gustan más las dos primeras, pero a ver esos editores gráficos que dicen en este caso.
Yo de todos modos creo que el texto es el que ayuda a hacerse una idea, aquí hay una muy buena historia y todo el material contribuye a situarse.
Espectacular lo de la bota.
Como era el muelle ?
Esta entrada es muy buena, y estoy de acuerdo con el doctor, el texto es clave para referenciar a las fotografias.
¡Que continúe!
(Estoy disfrutando de lo lindo de todo, imágenes y texto)
Qué bueno, la pizarra de escuela enfrente a una mesa.
Me alegro mucho que tengas estos recuerdos,...
...y que te sigan generando preguntas y curiosidades.
Muchas gracias por compartir.
Un beso y buenas noches que lleguen ahí.
Frikosal,
para las memorias es demasiado pronto, pero últimamente estoy pensando en comenzar a escribir lo que me pasó con los menonitas.
A mi la foto segunda no me gusta, la he puesto solo para mostrar el huerto. Como foto no es gran cosa. Esto es importante en la edición.
¿Qué muelle? ¿No se referirá Vd. al mueble? Era una especie de cajonera no muy grande. Pero lo importante es que haría ruido si alguien entrara.
Treehugger,
muchas gracias. Aunque dicen que las fotos solas deben poder contar la historia. Supongo que habría hecho una selección diferente si tuviera que contarla solo con fotos.
Antidoto esencial,
muchas gracias. Creo que ya solo falta una parte. Dos a lo sumo.
MartinAngelair,
en la pizarra decia "make yogurt every day". Aunque sobretodo hacían queso.
Estupenda historia Jordi. Ya hay ganas de verla bien tratada (o sea publicada) en el formato que sea: libro, revista...
Jordi, el relato está apasionante, me lleva a mi infancia cuando en el cine había "seriales" y había que esperar hasta el próximo Domingo para ver el "próximo capítulo..."
Por supuesto de televisión ni idea.
Muy bueno!!
Buena historia pero sobre todo una muy buena experiencia para ti y que además la estas transmitiendo muy bien.
Esperamos el desenlace.
Rafa Pérez,
en realidad ya fue publicada, pero no en la forma que me hubiera gustado.
A ver si en el futuro lo consigo.
Dr. Jorge Garat,
¿en el cine? Sabía de seriales en la radio, pero no sabía que tb los hubiera en el cine.
Le hago saber que más de uno estamos ya ansiosos por leer ese blog que esperamos que muy pronto se decida a hacer.
David Monfil Cusó,
sí, fueron unos días muy intensos. Pronto se sabrá el final.
Qué gran relato. Me apasiona leer sus aventuras, relatadas así en primera persona. Queremos más!
Igniszz,
creo que me voy a escribir la cuarta (y tal vez la quinta) parte y dejarla programada. El 23-24 estaré volando y sería una tragedia que se quedaran sin ella si algo me pasara...
Si, en el cine, los días Domingo. Lo que ocurre, es que yo soy bien mas viejo que Ud. y lo que le relato, sucedía cuando yo tenía 10 años, es decir, hace ya... 56 años atrás.
"...si algo me pasara..." Me parece que se ha estado juntando Ud. mucho con el Dr. Frikosal.
Entre los chanchos asesinos, el sr Abraham, los ojos brillando en la oscuridad y los perros me he quedado pasmado. He leído de un tirón los tres capítulos y espero impaciente la cuarta.
Las fotos, extraordinarias.
Dr. Jorge Garat,
por las aventuras que Vd. y nuestro querido doctor pasaron, me parece que es Vd. mucho más joven y activo de lo que dice su documento de identidad.
Nomesploraria,
pues espere, porqué todavía faltan bichos por salir.
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