A menudo, las mejores cosas de un viaje son los imprevistos y los eventos que difícilmente se podrían planificar. Con la intención de potenciar este tipo de situaciones me decidí a cruzar en 40 días Rumanía y Ucrania -pasando por Moldova-, viajando a pie, en autostop y en transporte público.
Era el segundo viaje gordo como fotógrafo tras mis aventuras en Sudamerica, en las que casi me muero unas cuantas veces. Para dormir en Rumanía, normalmente plantaba mi tienda ultraligera en algún campo, fuera de la vista de la gente, algo importante como medida de seguridad que casi siempre funciona -el "casi" se lo cuento otro día. Sin embargo, uno también está expuesto a situaciones bastante peculiares, aunque no carentes de interés.
Plaza principal de la preciosa ciudad de Sibiu.
Una mañana, paseando por la espectacular ciudad de Sibiu, un señor con expresión simpática que contemplaba la calle desde el portal de su casa, me comenzó a hablar. Usando las cuatro frases de rumano que había aprendido, le hice saber de dónde venía y lo que estaba haciendo en su país. La conversación continuó y él me contó una serie de cosas.Jlie Sas, así se llamaba, había trabajado tres años en Andalucía, en una de esas fincas de cría de caballos de raza. Pese a ello, hablaba tan poco español como yo rumano. Todavía ahora no sé como llegamos a poder conversar durante los dos días que estuve en su casa.Por la tarde, al pasar por delante de un gran hotel de la ciudad, Jlie me explicó que durante la época comunista, tocaba el tarogato soprano en las ocasiones en que se celebraba alguna fiesta en los salones del hotel. Le iba muy bien para complementar sus ingresos como trabajador en una fábrica de lápices.Por la noche, Jlie no pudo evitar hacer una demostración de sus habilidades musicales en medio de su humilde cocina.
Jlie Sas recuerda los viejos tiempos en que tocaba el tarogato soprano en fiestas, para complementar sus ingresos como trabajador en una fábrica de lápices de Sibiu, durante la época de comunista. Si tienen curiosidad sobre el tarogato, les dejo esta pieza del gran Dumitru Fărcaş. Tengo que reconocer que la música de Rumanía me sorprendió muy gratamente.