
A casi 4300 metros de altitud, tocando el cielo del suroeste del
altiplano boliviano, existe una laguna rodeada por una aridez extrema.
Se parece a otras lagunas del Altiplano salvo por un detalle: es roja. O
tal vez naranja... En realidad, cada vez que se visita, incluso en un
mismo día, el color no es exactamente el mismo sino que recorre toda la
gama de tonos que va del naranja al granate.
Situada dentro de la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa, en
el suroeste del departamento de Potosí, la laguna colorada tiene una
superficie de unos 60 km2 y una profundidad media de tan solo 35 cm.

La coloración característica se debe a la presencia del alga
Dunaliella
salina que, para poder sobrevivir a la intensa radiación ultravioleta a
esa altitud, produce una enorme cantidad de beta-caroteno, el mismo
pigmento que da el color naranja a las zanahorias. Otra responsable del
color es una alga cianofícea rica en pigmentos de ficoeritrina, una
proteína roja. Los cambios de temperatura y de radiación solar durante
el día causan la floración de estas algas, dando lugar a las variaciones
en la coloración.
Llegué a la zona aprovechando que a uno de los 4x4 de las agencias que
ofrecen recorridos por la zona le sobraba un asiento. La región es
inmensa y hay infinidad de caminos de tierra, siendo muy fácil perderse.

Pasé la noche en un sencillo hospedaje muy cerca de la orilla sur. Era
para estar contento, la noche anterior la había pasado en una cantina,
durmiendo sobre una mesa larga ya que no existía nada en muchos
kilómetros a la redonda. Esa fue una noche bastante interesante, cuyo
relato prefiero dejar para otra ocasión.
Tras dejar mi mochila en la habitación salí a pasear por la orilla para
intentar acercarme a los flamencos que habitan la laguna. Me arrastré
por el suelo los últimos metros para no asustar a las aves y, así, poder
observar su comportamiento.

El espectáculo es máximo en el verano austral, de diciembre a abril,
cuando el número de flamencos puede superar los 20.000 ejemplares. En
invierno, de mayo a agosto, el número cae dramáticamente hasta unos
pocos cientos.
De las seis especies de flamencos existentes en el mundo, tres se
encuentran en esta laguna. El más abundante es el flamenco de James
(Phoenicoparrus jamesi), también conocido como parina chica, el cual
representa el 90% de los ejemplares. El 10% restante son de la especie
flamenco chileno (Phoenicoparrus chilensis) y flamenco andino
(Phoenicoparrus andinus), también conocido como puna grande.
El entorno es increíble. A esa altitud, la poca densidad de la atmósfera
se ve incapaz de conservar el calor y, por la noche, la temperatura
baja hasta muchos grados bajo cero. ¿Pueden imaginar la belleza de los
cielos estrellados que allí se observan?
Geiser bajo la Vía Láctea