Aunque el título promete, no se si el relato va a estar a la altura. Pero lo cierto es que las historias que todavía se cuentan en las calles cercanas a los antiguos cementerios de París, Lovaina y Padua son, por lo menos, algo inquietantes.
Algunas noches, en tabernas de mala muerte, se escucha algún viejo borracho comentar historias transmitidas durante generaciones, referentes a las acciones de un joven estudiante de medicina llamado Andries van Wesel, que pasaría a la posteridad con el nombre de Andreas Vesalius.
Durante buena parte de la Edad Media, la disección de cadáveres humanos estaba totalmente prohibida, perseguida y castigada por la Inquisición. Los médicos únicamente podían aprender la anatomía humana mediante suposiciones a partir de la disección de animales no humanos. No fue hasta el inicio del Renacimiento que unas pocas ciudades-estado decidieron permitir la disección de algunos cadáveres por año, procedentes de criminales ejecutados. Sin embrago no era suficiente. Vesalius estaba sediento de conocimientos y tenia que hacer algo para progresar en sus investigaciones.
Pero más que relatar sus acciones, creo que será mejor que el propio Vesalius nos cuente lo que, secretamente y con gran riesgo para su vida, hacía para aprender. Recordando sus primeros años como estudiante y luego como joven médico, Vesalius escribió:
“En este momento, no pasaría de buena gana largas horas en el cementerio de los Inocentes en París revolviendo huesos ni iría a buscarlos a Montfaucon, donde de una vez, con un compañero, numerosos perros salvajes me pusieron en grave peligro. Tampoco tendría ganas de que me dejaran fuera de [la Universidad de] Lovaina para, solo en medio de la noche, poder llevarme huesos de ahorcados para preparar un esqueleto […] ni aconsejaré a los estudiantes de medicina que observen dónde han enterrado a alguien. No guardaré en mi dormitorio durante varias semanas cuerpos tomados de las tumbas [...]. Sin embargo, demasiado joven para obtener dinero de mi profesión y deseando aprender y avanzar en nuestros estudios comunes, soporté de buena gana y alegremente todas estas cosas.”
Tengo que confesar que, de vez en cuando, yo también acudo por las noches a los cementerios. He adquirido cierta experiencia internacional, habiendo profanado en multitud de países. En esta ocasión fui a un cementerio junto al amigo MS, con quien comparto la obsesión por fotografiar paisajes con cielos estrellados. Lo que ocurrió esa noche se lo contaré en la segunda parte de esta entrada.
Algunas noches, en tabernas de mala muerte, se escucha algún viejo borracho comentar historias transmitidas durante generaciones, referentes a las acciones de un joven estudiante de medicina llamado Andries van Wesel, que pasaría a la posteridad con el nombre de Andreas Vesalius.
Durante buena parte de la Edad Media, la disección de cadáveres humanos estaba totalmente prohibida, perseguida y castigada por la Inquisición. Los médicos únicamente podían aprender la anatomía humana mediante suposiciones a partir de la disección de animales no humanos. No fue hasta el inicio del Renacimiento que unas pocas ciudades-estado decidieron permitir la disección de algunos cadáveres por año, procedentes de criminales ejecutados. Sin embrago no era suficiente. Vesalius estaba sediento de conocimientos y tenia que hacer algo para progresar en sus investigaciones.
Pero más que relatar sus acciones, creo que será mejor que el propio Vesalius nos cuente lo que, secretamente y con gran riesgo para su vida, hacía para aprender. Recordando sus primeros años como estudiante y luego como joven médico, Vesalius escribió:
“En este momento, no pasaría de buena gana largas horas en el cementerio de los Inocentes en París revolviendo huesos ni iría a buscarlos a Montfaucon, donde de una vez, con un compañero, numerosos perros salvajes me pusieron en grave peligro. Tampoco tendría ganas de que me dejaran fuera de [la Universidad de] Lovaina para, solo en medio de la noche, poder llevarme huesos de ahorcados para preparar un esqueleto […] ni aconsejaré a los estudiantes de medicina que observen dónde han enterrado a alguien. No guardaré en mi dormitorio durante varias semanas cuerpos tomados de las tumbas [...]. Sin embargo, demasiado joven para obtener dinero de mi profesión y deseando aprender y avanzar en nuestros estudios comunes, soporté de buena gana y alegremente todas estas cosas.”
Tengo que confesar que, de vez en cuando, yo también acudo por las noches a los cementerios. He adquirido cierta experiencia internacional, habiendo profanado en multitud de países. En esta ocasión fui a un cementerio junto al amigo MS, con quien comparto la obsesión por fotografiar paisajes con cielos estrellados. Lo que ocurrió esa noche se lo contaré en la segunda parte de esta entrada.
15 comentarios:
Llega en buen momento su entrada. Ya tengo a la criatura a punto de echar a andar, solamente me falta un buen cerebro que no sea demasiado pequeño ni demasiado grande (y que no haya jugado al golf).
Y una noche de tormenta, claro.
Profanar es un bello oficio. Una pena que se esté perdiendo.
Dr, qué criatura, que cerebro, qué golfista?
(la foto com totes les seves, excel·lent)
Tenga cuidado, no le vaya a poner el cerebro de un constructor, o algo peor. Qué sé yo, un agente de bolsa, o algo así.
La foto le ha quedado realmente tétrica, presagia una noche de apariciones y luces de esas que dicen que se ven por encima de las tumbas.
Me encantan esas cruces al fondo que se ven a traves de la puerta de la entrada.
Jordi, he regresado hace pocos días de la Capela des Osos, en Evora (Portugal). Está construída con los huesos de 5000 esqueletos. Vesalius se habrá puesto las botas...
"he regresado hace pocos días de la Capela des Osos, en Evora (Portugal)..."
Es brutal ese lugar ! Hace años pasé por allí, los que lo hicieron estaban como cabras...
¿Se podrán ver las fotos que hiciste? Da para mucho.
Aquí todo es 100% verídico! Y yo por mi parte a veces miento pero nunca engaño.
Luego hablamos de esas durandianas capillas de huesos, yo a lo máximo que he llegado es a calaveras de santas expuestas en relicarios.
Frikosal,
ahora entiendo todos esos bisturís y serruchos que guardaba en el maletero de su coche...
Nomesploraria,
que razón tiene! Tenemos que salvar este oficio.
Desanchá,
creo que no va desencaminada. Ya verá la segunda parte...
Treehugger,
las cruces son fundametales.
Tino Soriano y Frikosal,
al igual que vosotros, tb he estado en la Capela dos ossos de Évora. Es espeluznante. Poco después descubrí que no son tan raras: Hay capillas similares en España e Italia.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios.
PS: Me gustaría aclarar que lo de Vesalio y el texto que escribió son 100% veridicos.
Impresionante foto. Cuidado con los disparos de flash, por si se despierta alguien.
¿El jueves a las 19:00 la segunda parte?
Yo a diferencia de Frikosal, miento y engaño. Y a veces las dos cosas a la vez.
Jordi,
supongo que también conocerás la Cripta de los Capuchinos en Roma. Lo que más me llamó la atención es un mensaje que allí se encuentra y que dice:
"Lo que sois fuimos, lo que somos sereis"
Gracias a todos por los comentarios.
Igniszz,
es que sin flash también se despertó alguien... Ya verás el jueves.
Frikosal,
de acuerdo. El jueves a las 19h.
Nomesploraria,
es que Vd. ni intenta controlarse! Yo a veces digo la verdad exagerada.
Rafa Pérez,
impresionante la frase que citas! Creo que era esta cripta la que fue objeto de un reportaje del National Geographic de hace unos meses.
Curioso, en la Facultad de Odontología debíamos trabajar, principalmente con cráneos que debíamos buscar en el cementerio. Lo mas fácil era hacer amistad con el cuidador de este último y después de algún "estímulo" podíamos tener nuestra propio cráneo. Si el "estímulo era interesante", venía hasta con una dentadura completa.
Inevitablemente, en la frente del cráneo (hueso frontal) escribíamos:
"Fui lo que eres, serás lo que soy"
Espero la segunda parte...
Dr. Jorge Garat,
Al más puro estilo Vesalius!
Debe tener Vd. muchas historias que contar. ¿Ha pensado en hacer un blog, a parte del profesional?
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