Troncos en la costa del estrecho de Magallanes. El entorno es un ambiente muy duro de roca esculpida por el viento y el agua helada. (Pinche la foto si quiere ampliarla)
Andaba yo por el extremo sur del continente americano, más al sur incluso que Punta Arenas. Trataba de llegar a los últimos asentamientos humanos, básicamente campamentos de pescadores, que hay en la XII región de Chile (*).
No es una zona de difícil acceso. Simplemente hay que tomar el asfalto que sale de Punta Arenas hacia el sur y luego seguir por unos caminos de tierra, hasta que la pista se termina. Luego se sigue a pie hasta donde se quiera llegar. Si uno alquila un automóvil la cosa es fácil. Pero a mi me pareció mucho más interesante hacer la parte de asfalto en autostop y luego la pista de tierra a pie. No pasa mucha gente por ahí, así que todavía se puede sentir lo desolado del lugar.
Más al sur que el último de los campamentos existen unas ruinas. Son absolutamente mínimas. Unas pocas piedras de los cimientos de lo que en su momento fue uno de los dos poblados más meridionales del mundo. Se trata de uno de los dos asentamientos que Pedro Sarmiento de Gamboa fundó nada menos que en 1584. En aquella época era todavía muy reciente el descubrimiento del estrecho de Magallanes y se intentaba impedir el control de la zona a los piratas, incluyendo al famoso Francis Drake. Los poblados se llamaron Nombre de Jesús y Rey Don Felipe. Los restos donde llegué corresponden al segundo de estos. Allí quedaron 300 pobladores que comenzaron la construcción de refugios y dieron inicio a plantaciones y cría de ganado para conseguir sobrevivir en un ambiente tan duro. Pensemos que en aquella época estos asentamientos estaban a meses de distancia de la civilización y realmente quedaban abandonados a su suerte.
Debido a una serie de acontecimientos, el asentamiento fue olvidado por la civilización. Tres años más tarde el pirata Thomas Cavendish encontró a los últimos supervivientes de los que finalmente solo uno se salvó. La dureza del clima fue demasiada. Tanto para los colonos como para sus cultivos y animales. El pirata dio nuevo nombre al lugar: Puerto Hambre.
Un cartel oxidado indica que las últimas piedras que quedan son las ruinas de la iglesia que construyeron los colonos al inicio del proyecto: "E hízose la iglesia de muy linda madera, alta y fuerte, y la capilla del altar mayor de piedra que todos trajeron a cuestas, y Pedro Sarmiento el primero, y el que más podía traer se tenía por más honrado, y lo mesmo al cortar y acarrear la madera; y téjose de buena paja de avena."
Me encantó el abandono de la zona. Realmente contrasta con el cercano Fuerte Bulnes -que está totalmente reconstruido y parece nuevo- pero en mi opinión tiene mucha menos alma que esas simples piedras, medio enterradas y ocultas por la hierba y algunas flores del breve verano austral.
La hierba y las flores del breve verano austral cubren las rocas que en su día fueron cimientos del asentamiento Rey Don Felipe. Tras su trágico final pasó a llamarse Puerto Hambre.
Al poco rato vi en el horizonte un crucero de lujo con pasajeros millonarios que paseaban por la zona. No sé yo que sentirían esos pasajeros viendo la costa mientras se tomaban un café desde sus lujosos camarotes, pero creo que no los envidio en absoluto. La forma en que nos afectan algunos lugares depende de lo que son, pero casi en mayor medida de la forma en que nos acercamos a ellos.